La Vanguardia del 18/09/08, me ha recordado la visita memorable, hace unos meses a la mítica bodega de Ribera de Duero, VEGA-SICILIA. Decir algo más sobre ella sería añadir adjetivos innecesarios y recorrer aquí su historia, una obviedad.
La magia de Vega-Sicilia viene desde hace diez añadas de la mano de su director técnico, Xavier Ausàs, éste enólogo, profesional y riguroso que pone las palabras justas al nombre representa, sin que el nombre de la etiqueta se nos atragante. Tuvo que ponerse al frente de la bodega en 1998 con tan sólo 29 años y coger el toro por los cuernos.
Podría parecer sencillo, dirán muchos porque Vega-Sicilia se vende por sí misma, cierto, pero que nadie se confunda no es fácil digerir el peso de la marca de la noche a la mañana y dar continuidad al trabajo bien hecho haciendo que "no pase nada y pase un mundo".
Discretamente, trabajando duro día tras día, Xavier ha sabido de manera impecable transformar en Valor, el miedo de su primera añada, la del 98. En solitario, capote y muleta en mano y muchas horas de insomnio para convertirse dicen, en uno de los 12 apóstoles del vino español. Haría falta resucitar a Hemingway para narrar ésta crónica de“dos orejas y un rabo”.
La magia de Vega-Sicilia viene desde hace diez añadas de la mano de su director técnico, Xavier Ausàs, éste enólogo, profesional y riguroso que pone las palabras justas al nombre representa, sin que el nombre de la etiqueta se nos atragante. Tuvo que ponerse al frente de la bodega en 1998 con tan sólo 29 años y coger el toro por los cuernos.
Podría parecer sencillo, dirán muchos porque Vega-Sicilia se vende por sí misma, cierto, pero que nadie se confunda no es fácil digerir el peso de la marca de la noche a la mañana y dar continuidad al trabajo bien hecho haciendo que "no pase nada y pase un mundo".
Discretamente, trabajando duro día tras día, Xavier ha sabido de manera impecable transformar en Valor, el miedo de su primera añada, la del 98. En solitario, capote y muleta en mano y muchas horas de insomnio para convertirse dicen, en uno de los 12 apóstoles del vino español. Haría falta resucitar a Hemingway para narrar ésta crónica de“dos orejas y un rabo”.
Si hablar con Xavier es ya un placer en sí mismo, imagínense recorrer los viñedos junto a él, escuchándole hablar de la geometría de las cepas, de la poesía del sotobosque, de la edad de cada parcela, sabe mejor que nadie la personalidad de cada variedad, el temperamento de cada recuadro de paisaje, "i el perquè de tot plegat" cual viticultor se tratase. Para concluir el recorrido diciendo algo tan obvio pero a la vez tan cierto "tenemos que aprender a respetar el terruño, porque el terruño queda y las personas vamos pasando..."
Atentos a esta pieza clave, porque Xavier Ausàs, como diría mi querido Sánchez Dragó, “nunca defraudará a nadie. Porque no sabe, no quiere, no puede”.
